El hecho de sentir ansiedad de manera esporádica a lo largo de la vida es algo normal. El problema surge cuando esta ansiedad se apodera de la misma pasando a tener preocupaciones y miedos intensos y persistentes sobre situaciones cotidianas. Con frecuencia las personas con esta problemática sufren episodios repetidos y repentinos de ansiedad y miedo, alcanzando su pico de intensidad en pocos minutos. Esto es lo que se conoce como ataque de pánico. Estos sentimientos de ansiedad y pánico presentan las siguientes características:
- Son desproporcionados comparándolos con el peligro real.
- Son difíciles de controlar.
- Interfieren en la vida diaria de la persona.
- Pueden durar un periodo largo de tiempo.
Los síntomas más comunes de la ansiedad se pueden dividir en 4 tipos:
- Fisiológicos:
- Palpitaciones y aumento del ritmo cardíaco.
- Sudoración.
- Temblores.
- Respiración acelerada.
- Problemas gastrointestinales.
- Sensación de agitación o tensión.
- Sensación de cansancio o debilidad.
- Dificultades para conciliar el sueño.
- Cognitivos:
- Dificultades para concentrarse.
- Problemas para controlar las preocupaciones.
- Falta de memoria.
- Sensación de peligro inminente o catástrofe.
- Emocionales:
- Irritabilidad.
- Apatía.
- Cambios de humor bruscos.
- Frustración.
- Conductuales:
- Evitación o huir de situaciones que provocan ansiedad.
- Comer en exceso.
Es probable que las preocupaciones no desaparezcan por sí solas, incluso pueden empeorar con el tiempo, por ello, resulta fundamental consultar a un profesional cuando se presenten varios de estos síntomas y estén interfiriendo en las diferentes áreas de la vida de la persona (trabajo, relaciones sociales…). Cuánto antes se reciba la ayuda, más fácilmente se solucionará el problema.
Mantenerse activo es una manera de prevenir los trastornos de ansiedad, por ejemplo, se recomienda participar en actividades que hagan sentir bien, disfrutar de las relaciones sociales con personas cercanas, hacer deporte, evitar el consumo de alcohol u otras drogas…